Añoranzas y algo mas…

7 09 2009

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«…estabamos en Taganga cerca a Santa Marta y me pareció lindisimo, esas playas son muy limpias y observé un atardecer maravilloso».

No se imaginan las diversas ocasiones que he escuchado esta frase en más de un turista que sucumbió ante el hermoso encanto de mi preciado terruño. Como a la mayoria de personas el paisaje, las playas y el ambiente que se vive en Taganga les encanta y hace de ello un buen momento para almacenar en la memoria de muchos.

Hoy día sentado en una silla tipo descanso en el calor de  mi hogar, (hasta hoy Barranquilla), hago una pequeña remembranza de mi querida Taganga en donde deje 10 de mis años de niñez, pero que sirvieron para formar el hombre que hoy día soy. Siempre lo he dihco practicamente he vivido casi toda mi vida en Barranquilla y nunca he negado que aca me he realizado en lo personal y en lo profesional; pero nunca he dejado de pensar y de darle las gracias a dios por permitirme haber nacido en ese sitio tan hermoso como lo es Taganga, que para mí, al ihual que a mi difunto abuelo Luis Martin Matos Vasquez, «El Poeta»,  Taganga es «La Gran Perla».

Esos hermosos años en que el ir de paseo a playa grande era como ir de viaje a Bogotá; pues el solo pensar que subiriamos a un cayuco y llegar a punta de remo y canalete hasta alla era un disfrute máximo para nuestra vista, que se ahondaba en el inmenso y profundo mar azul y que recorría paso a paso los diversos ancones antes de llegar a nuestro destino.

Recuerdo que en ese entonces teniamos el privilegio de tener toda la playa a nuestra disposición, sin vendedores ambulantes, sin kioskos de ventas, sin tanta gente… solo la naturaleza y nosotros los amos y señores de toda la playa en donde solo se veía lo espeso de la vegetación y las pocas personas que se veían pasar eran los pescadores que venían a píe desde Ancon, Ciciguaca, o Monocuaca con rumbo a Taganga.

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Eran épocas en donde nada se tenia que comprar en la playa, pues todo se llevaba en el cayuco; se hacía un espectacular sancocho o sopa , del cual disfrutabamos a regañadientes luego de amenzarnos con castigarnos sino dejabamos de bañarnos un rato para alimentarnos. Ahh… y a su vez se hacia la advertencia de no volver a meterse hasta 2 horas despues de haberse reposado de los alimentos que habíamos ingerido.

Asi seguíamos hasta el ocaso de la tarde, cuando ya nuestros padres unos cansados por la faena de cocina y otros ya con unos tragos demas, decidían partir hacia Taganga antes que la merea subiera. Era normal ver nuestros rostros de cansancio y casi dormidos dentro del cayuco o recostados en las piernas de nuestra madre que con amor nos acariciaba la cabeza hasta llegar de nuevo al pueblo en donde se ayudaba a Varar el cayuco a punta de polines y luego a cargar las ollas y chocoros hasta la casa.

Que bellos momentos aquellos en donde nuestra inocencia a flor de piél convergía con el ambiente de tranquilidad y de armonía de mi querida tierra; a la que le estoy y seguiré estando agradecído con Dios de haberme permitido nacer allí.